El observador está permanentemente. Escenográficamente, la contemplación desde el lugar del observador la situamos por encima del plano del sujeto y desplazado de él. Esta es una gentileza (la del mirador) para conseguir una falsa lectura de la totalidad del sujeto, desde el primer plano al horizonte. La lectura verdadera, y con posibilidades de no ser nada subjetivada, es realizar la esencia del paisaje, más allá de las formas, de los sentidos y la interpretación.
Gentileza también para situarnos en el espejo de la realidad que muestra un sujeto siempre en movimiento; la temporalidad y el cambio. También, desde el mismo punto de observación, aceptamos nuestra aparente parcialidad y la teatralidad contemplando alegorías del mito, atmósferas místicas, horizontes diversos. Tantas verdades como mentes.
Las maestrías que lo instruyen utilizan el método progresivo creando trayectos, sugestiones, atmósferas de conocimiento vs ignorancia. De la oscuridad a la luz.